YO NO QUIERO SER UNA BRUJA
En los últimos dos días ha cambiado un poco el tratamiento. Sigo recibiendo abhyanga y potli en las mañanas, pero el potli ya tiene otras hierbas. Me he sentido como un pollito marinado. El aceite que me echan es una mezcla de jengibre, cúrcuma y limón. Luego, en la tarde, me vuelven a hacer shirodhara.
Me parece muy lindo que la mayoría de cosas en Ayurveda se resuelvan con masajes. Es una manera muy cuidadosa y cariñosa de abordar al cuerpo.
Las enfermedades no suceden de la noche a la mañana. Toman tiempo. Todo empieza en la mente con algo que vimos o sentimos y no pudimos procesar. Ese pensamiento se convierte en un nudo y crea tensión. Esa tensión se acumula, inflama, calienta o enfría, dependiendo de cada cuerpo. Todo eso cambia el balance natural de nuestra constitución y al tener ese desbalance acumulamos ama. Ama es una toxina blanca, ligosa, es pesada y huele mal. Sale por la lengua todas las mañanas. Una lengua blanca es un exceso de ama en el cuerpo y no es una buena señal. Es el cuerpo pidiéndonos que le pongamos atención porque va en camino a desarrollar una enfermedad.
Cuando ama se acumula, empezamos a tener síntomas. Ya hay una enfermedad en el cuerpo. Este es el último paso de este ciclo que comienza con un pensamiento.
Es triste que normalmente solo le pongamos atención a nuestro cuerpo cuando ya está enfermo. Todo, absolutamente todo, se puede prevenir. Además, pasar por una enfermedad es doloroso mientras que el autocuidado es amoroso.
Todo lo que necesita el cuerpo es cariñito, respeto, cuidado y reconexión con la naturaleza. Necesita que lo veamos y amemos. He aprendido que esa es la mejor medicina.
Es mucho más caro sanar una enfermedad que invertir en nuestra salud preventiva. La industria farmacéutica se aprovecha de esto ofreciéndonos soluciones solo para los síntomas y llamando brujería a todas las personas que trabajan desde la naturaleza.
No hay nada de brujería en esto. De hecho, a mí me está creciendo una especie de rechazo a esa manera de nombrarse bruja o brujo.
Ha sido una palabra para denigrar a las personas que trabajan con la salud desde una perspectiva ligada a la naturaleza. Aunque alguien trabaje con magia, incluso en las mismas comunidades ancestrales de todo el mundo, tienen otros nombres para nombrar a esas personas. Shamán es un ejemplo.
Entiendo que ahora muchas personas han adoptado esa palabra para reivindicarla, sobre todo el movimiento feminista al cual yo también me adhiero. Pero no sé, mientras más estudio, más me incomoda.
Yo no quiero ser una bruja. No sé si quiero ser algo que no sea solo yo. Daniela, la hija, hermana y amiga que puede señalarte un camino que quizás haga de tu experiencia humana algo más lindo y llevadero. La persona con la que puedas atravesar la oscuridad y que eso también me permita a mí navegar mis profundidades. En realidad solo quiero compartir.
Toda la experiencia de estar aquí ha sido terapéutica y me ha permitido pensar en todo esto sin agobiarme. Me ha dado claridad. No han sido solo los masajes.
Hoy decidí salir al atardecer en el kayak e ir hasta el final del río. Vi pájaros, vacas, pececitos y garzas. El sonido del agua, los árboles y el viento me abrazaron. En ese momento encontré muchísima gratitud por poder vivir esto ahora. Pude ver la transformación de la frustración que comenzó en el encierro del 2020 y ahora se convierte en aprendizaje.
Muchas veces pensé en cerrar el estudio. Dedicarme a otra cosa. Buscar otro oficio porque todo lo que me gusta “no promete futuro”. Hoy pude ver el futuro. Está más claro que nunca.
Gracias, gracias, gracias.