SOLTAR PARA ESCUCHAR

Esto que siento ahora parece ser la crudeza de todos los planos de mi ser.

Me duelen muchas cosas, desde lo más íntimo hasta lo más universal. Por momentos, no sé cómo convivir con las angustias que trae la existencia humana. Me percibo como un drama. Me importa todo, aunque a veces pretendo que no tanto.

El susto de la sordera súbita fue un llamado a tierra. A un ritmo más lento en los días: comidas hechas en casa, asanas suaves, mantras que vibran, respiraciones hondas y lentas, lágrimas y palabras importantes.

Todo ha cobrado importancia. Ha sido bien pensado, lleno de intención.

Este proceso ha hecho mi vida más lenta, pero también más agradable. Le estoy dando un descanso muy merecido a mi sistema nervioso.

Terminé el tratamiento de inyecciones intratimpánicas. En una semana tengo otra audiometría para medir cuánto ha mejorado mi oído. También me hice una tomografía. Mi cerebro está sano, pero tengo un quiste en el seno paranasal izquierdo, del lado donde no escucho bien. Eso explica la sordera súbita, que en realidad ya no es el diagnóstico final, pues han surgido nuevos detalles: también tengo sinusitis.

Mucho Kapha. Este es un desbalance Vata-Kapha.

Nunca había prestado mucha atención a Kapha porque siempre lo consideré el dosha más ajeno a mí, el menos probable de desequilibrarse. Según yo.

Kapha es tierra y agua. Es húmedo, denso, lento, y nos da lubricación. Kapha es esencial para nuestra estructura, pero cuando se desequilibra, comienza a acumular. Acumula emociones, pensamientos, experiencias pasadas, expectativas y deseos.

Todo lo que me duele, lo acumulo. Es difícil mirarme al espejo de esta manera porque es algo que había estado evitando. Ahora veo todo lo que me atraviesa, siento cómo me pesa, me frena y me estanca.

Vata-Kapha combina viento, espacio, tierra y agua. Mucho lodo. Curiosamente, la sensación en mi oído es como si un trapo mojado lo estuviera tapando. Escucho un poco mejor, pero sigue esa capa que no me permite oír con claridad.

Siento que estoy a un bostezo o un trago de destaparme el oído. A veces me desespera, y otras ni siquiera lo noto. Me da miedo estar acostumbrándome.

Ahora que entiendo mejor lo que sucede en mi cuerpo, he adaptado mi práctica de Yoga Terapia y Ayurveda a mis necesidades actuales: limpiar, drenar y soltar.

Mis mañanas comienzan con Abhyanga (un automasaje ayurvédico con aceite tibio que equilibra los doshas y calma el sistema nervioso), Kunjal Kriya (limpieza del estómago mediante la ingesta de agua salada tibia y su posterior expulsión para desintoxicar y equilibrar), Jala Neti (lavado nasal con agua salina para despejar los senos nasales), Sutra Neti (limpieza nasal con un hilo especial, aunque no lo estoy practicando en el lado izquierdo por dolor) y Kapalabhati Pranayama (una técnica de respiración activa que purifica las vías respiratorias y aumenta la vitalidad).

Luego hago 5 Surya Namaskar (saludos al sol, una secuencia dinámica de asanas que activa el cuerpo y la circulación) con sus mantras. A esto le siguen:

  • Tadasana (la postura de la montaña, que promueve la estabilidad y el enraizamiento).

  • Uttanasana (flexión hacia adelante para liberar tensión en la espalda y aumentar la circulación).

  • Matsyasana (la postura del pez, que abre el pecho y mejora la respiración).

  • Bhujangasana (la postura de la cobra, que fortalece la columna y abre el corazón).

  • Gomukhasana (la postura de la cara de vaca, que abre el pecho y los hombros).

  • Mandukasana (la postura de la rana, para liberar tensión en las caderas y mejorar la digestión).

  • Sarvangasana (la postura de la vela, que estimula el sistema endocrino y calma la mente).

  • Simhasana (la postura del león, que libera tensión acumulada y activa el cuello y la mandíbula).

  • Savasana (la postura del cadáver, para integrar y relajar profundamente).

Termino con Nadi Shodhana Pranayama (respiración alternada para equilibrar los canales de energía) con Shoonya Mudra (un gesto de las manos que fomenta el vacío y la introspección), seguido de Bhramari Pranayama (respiración del zumbido de abeja, que calma la mente y reduce la ansiedad) y meditación (Dhyana).

Después de bañarme, aplico Nasya (aceite medicado en la nariz) y Karna Purana (aceite medicado en los oídos).

Por la noche, repito los aceites y hago 15 rondas de Bhramari Pranayama con Kechari Mudra (introducir la lengua en el paladar blando, estimulando la glándula pituitaria y promoviendo la relajación).

Esta práctica me ha permitido llorar mucho, y ese llanto se siente liberador. Estoy cuidando de mi cuerpo en todos sus niveles, desde los antibióticos necesarios hasta las respiraciones profundas que abren espacio.

Tengo miedo, pero esto va a pasar. Voy a estar bien.

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