LA INDUSTRIA DEL YOGA QUE NOS NUBLA LA VISTA
Una de las cosas que más me incomoda de ser una maestra de yoga y estar en las redes sociales es sentir que tengo que “competir” con otros espacios que venden la práctica como un producto.
Quiero empezar por decir que yo no estoy aquí para juzgar y que todo lo que comparto es desde mi propia experiencia. Cuando comencé a practicar yo no miraba al yoga como algo mas allá de un ejercicio. Fue el constante estudio y la fortuna de encontrarme con maestros y maestras que me pusieron en mi lugar y me mostraron que si yo quería compartir esta práctica no podía manipularla, tergiversarla o volverla un negocio. También fue mi propio privilegio el que me permitió viajar a India, vivir en un Ashram y estudiar yoga bajo un linaje para realmente conocer al yoga en su lado mas auténtico.
Así que quiero comenzar por decir que si eres maestra de yoga o quieres convertirte en una debes de saber que probablemente no puedas ni deberías de volverte millonaria con esto. Ser maestra de yoga es un servicio. Originalmente, en India no cobraban por clases de yoga. Los yogis y yoginis eran nómadas y a cambio de compartir su práctica la comunidad les daba hospedaje o comida.
Muchas cosas han cambiado y estoy consciente que esto ya no es posible. Quienes compartimos y guiamos clases también tenemos cuentas que pagar, comida que comprar y un techo que mantener. Esto es porque el sistema en el que vivimos esta basado en el consumo y el yoga moderno responde a este sistema.
El primer paso que se dio para empezar a competir en el mercado fue crear el vinyasa. Esta palabra se refiere a encadenar respiración con postura, son movimientos fluidos y dinámicos. Sri Krishnamacharya fue el primero en enseñar yoga de esta forma. El fue un maestro que durante la colonización de India comenzó a compartir la practica con los ingleses, gente de la realeza y de castas superiores. Era difícil entrar a su escuela ya que el ingreso dependía de quienes eran tus papas o quien te recomendaba.
El vinyasa busco la validación extranjera para que el yoga pudiera ser aceptado en el resto del mundo. Es por eso que Krishnamacharya y todo el resto de sus alumnos son considerados los primeros yogis en introducir el yoga en occidente. Al ser un estilo rápido y fluido se asemeja a los ejercicios de cardio y se volvió algo mas digerible para occidente. Así fue como nació el yoga moderno.
No estoy diciendo que el vinyasa sea malo. Yo misma doy clases de hatha vinyasa y considero que practicado de la forma adecuada puede llegar a ser un estilo bastante terapéutico. El problema es cuando se consume como que si fuera un ejercicio y se buscan cambios superficiales.
No hay nada de malo en querer ejercitar tu cuerpo pero hay que recordar que el yoga en su esencia busca ejercitar no solo el cuerpo sino también la mente y el espíritu. Si quieres alcanzar metas físicas ve al gimnasio o haz zumba.
Es difícil intentar sobrevivir en un sistema capitalista cuando a lo que te dedicas esta centrado en el bienestar de la comunidad. Pero es la misma práctica que me ha ensenado a buscar el balance. Por eso en Raíz ofrecemos la membresía en una escala de precios. Queremos que cada quien este consciente de lo que puede dar y de lo que las maestras merecen por compartir su energía. Buscamos un intercambio basado en el respeto y la solidaridad. Si tienes más puedes dar más para que quienes tienen menos puedan tener el mismo acceso a la salud que tu. La salud es un derecho que no debería de estar limitado por la cantidad de dinero que cada quien tiene.
Lo jodido es la industria que el capitalismo ha construido alrededor del yoga. La industria que te intenta vender los leggings más caros, los mats más profesionales, los aceites esenciales más sanadores y los retiros en los lugares más paradisiacos. Las redes sociales que sostienen la idea de un yoga para gente delgada, flexible, blanca y sin un pelo en el cuerpo.
Instagram es un gran problema. Parece que es una práctica que consumen las modelos, las figuras públicas y las chicas que cumplen con los estándares de belleza tradicionales. Es algo “cool” y “trendy”. Encuentras fotos de posturas que parecen imposibles y obviamente vas a pensar “el yoga no es para mi”. Te hacen pensar que es para un cierto tipo de persona. Una persona con privilegios.
Un estudio realizado por el International Journal of Yoga revisó los hashtags con los que más se asociaba #yoga y encontraron que uno de los más comunes es #fitness y #yogaeverydamnday. Estos hashtags nos dicen mucho sobre la forma en que es visto el yoga a través de las redes. El yoga no debería de tener nada de “fitness” ni tampoco es una obligación practicar asana todos los días y jamás se asociaría con una palabra como “damn.” Este último hashtag me da vergüenza. Yo lo usaba mucho.
También revisaron cuales eran las características que más se repetían en las fotos que usaban #yoga. Encontraron que un 70% de fotos son con muy poca ropa, 94% no involucran meditación, un 68% son de cuerpos bajos de peso, 25% con peso promedio, 7% con sobre peso y 0% con obesidad. Esto es un grave problema. En India, en todas las escuelas tradicionales, no te dejan usar ropa pegada o con escote. La práctica de yoga ES meditación. El yoga es para TODOS los cuerpos.
Es un problema que en las redes sociales el yoga se mercantilice. Esto permite que entre más seguidores tengas puede que aparezcan más marcas que solo te piden vender cosas que no son esenciales para una práctica de yoga. Yendo en contra de muchos de los principios del yoga que constantemente nos enseñan a vivir solo con lo necesario, a no acumular y a estar satisfechos con lo que se tiene. El yoga es desapego, se trata mas de soltar que de comprar.
No nos ponemos a pensar que probablemente las personas que no tienen acceso a la salud son las mismas personas que no tienen la capacidad económica para comprar tanto accesorio innecesario y que además son quienes mas se podrían beneficiar de la práctica.
Esto pasa porque el yoga se ha vendido como un producto. Como una clase más en un gimnasio para ir a lucir leggings. Una práctica que da estatus. Un yoga que ha sido diluido por medio de formaciones cuantificadas por 100, 200 o 300 horas que te aseguran que ya puedes dar clase sin hacerte saber que el estudio del yoga es infinito. Originalmente quienes compartían la práctica eran las personas que llevaban más tiempo estudiando y transitando el camino del yoga. Esto era algo que tomaba muchos años y que no requería la autorización de una entidad como Yoga Alliance. Que por cierto es una empresa gringa.
Lo primero que nos dijeron en el Ashram a todos los extranjeros que estábamos recibiendo el curso de yoga fue “estamos certificados por Yoga Alliance porque en sus países occidentales les piden ese sello pero nosotros llevamos miles de años estudiando y practicando y realmente no necesitamos la validación extranjera.”
Otro gran problema son las clases que se enfocan únicamente en combatir síntomas. Por ejemplo, todos los videos en youtube que ofrecen “yoga contra el insomnio”, “yoga contra la ansiedad”, queriéndote vender la práctica como una solución a los síntomas que el mismo sistema te provoca. Te enferman para venderte la medicina. El yoga no es un antídoto. Es una práctica que te centra, que te da claridad, que te asegura que ya lo tienes todo y no necesitas buscar mas allá de lo que ya eres. Es una práctica constante y no espontánea para cuando te sientes mal. Sí, te ayuda con la ansiedad, el dolor y el insomnio pero ese no es su fin principal. Tampoco se trata de pararse de cabeza o lograr un arco tipo contorsionista. Se trata de mantener un cuerpo sano y fuerte capaz de sobrevivir cualquier cosa que le amenace, tanto mental como espiritual. Un cuerpo capaz de resistirse ante cualquier opresión.
El yoga es político. Siempre lo ha sido.
La industria que se construyó a su alrededor ha silenciado esta parte. Nos ha puesto a competir entre quienes son “principiantes” y “avanzados”. Nos han puesto a hablar mucho más sobre los derechos de los animales que los derechos de los humanos. Al decir esto no quiero hacer de menos a los animales solo quiero señalar que se juzga más a un practicante por no ser vegetariano o vegano que por ser racista o machista. Esto sucede porque al sistema le conviene que estemos más enfocados en cosas que generen más demanda para continuar vendiendo. ¿Te has preguntado por qué llevar una dieta vegetariana o vegana es más caro? ¿O por qué todos los productos orgánicos son más caros? Poder comer sano es un privilegio.
Si el yoga es una práctica de liberación entonces debemos identificar la opresión primero. Es por eso que un practicante de yoga es una persona que está en constante aprendizaje y en constante observación. No es un “ser de luz” que ya lo tiene todo resuelto.
Cuando logramos identificar la opresión nos damos cuenta que no es una sola, que depende de muchos factores y se ejerce sobre todos los cuerpos en diferentes niveles.
No vamos a alcanzar la liberación si la industria del yoga nos continúa nublando la vista.